domingo, 23 de septiembre de 2007

Bésame




El beso en España, lo lleva la hembra, muy dentro del alma.
Le pueden dar un beso en la mano, le pueden dar un beso de hermano...
y así la besarán cuando quiera...
Pero un beso de amor no se lo dan a cualquiera... olé.
Recuerdo que muchas veces bailé este tema cuando estuve en español, ahora lo traje a la memoria para hablar de lo que es un beso, pero no cualquiera, sino que el primero.

Y es verdad, el beso de amor se guarda para ese ser especial.
¿Quién no recuerda con ternura ese primer beso?
Es el más inocente de todos. El que esconde todo nuestro temor, curiosidad y también miedos en algunos casos.
Yo fui bastante tardía en ese sentido. Mi primer beso lo di recién a los 18 años. No me atreví a besar a otros chicos antes, y no por falta de oportunidades, pero siempre arrugué a la hora de tener que besar a alguien. Ahora me lo cuestiono, pero no me arrepiento, creo que a la persona que se lo di, se lo tenía bien merecido. Además de ser mi mejor amigo, fue mi primer pololo, de esos que una siempre tendrá en su memoria, y hace pocos días se lo dije, lo importante que fue para mi en esa época.
Iba camino a mi casa, era 1 de noviembre (la fecha un poco fuera de onda), dos cuadras antes de llegar a mi hogar él me dice que me quiere dar un beso. Hace tiempo que veníamos hablando del asunto, ambos nos gustabamos, pero yo tenía mis ataos con el tema del beso. En ese momento no transitaba ningún alma por la calle. Finalmente deje que se acercara a mi. Cuando por fin sentí sus suaves labios sobre los míos, como si fuera sacado de algún cuento de hadas, muchos niños nos empezaron a rodear. Me sentí avergonzada, no entendía de donde habían salido tantas criaturas gritando por alrededor nuestro. Pero sin embargo habían hecho de ese intante, un momento mágico e inolvidable.

1 comentario:

Eduardo Unda-Sanzana dijo...

No sabía que habías bailado español :-)

Sobre el tema del post, yo creo que es una fortuna haber vivido momentos así de mágicos y poder describirlos con la cuota de dulzura con que relatas el tuyo. Creo ser una de esas personas afortunadas también. En mi caso esto ocurrió en un lugar muy alto, en una especie de mirador sobre Concepción. La ciudad allá abajo y arriba sólo el cielo; yo creo que era cosa de empinarse un poco y habría podido hacerle cosquillas a alguna nube.

Habíamos estado juntos hacía ya un par de horas. Oíamos música y mirábamos la tarde que avanzaba sobre la ciudad, que a la distancia parecía quieta y callada. ¿Qué recuerdo? Mi corazón latiendo agalopadamente; haber sentido el aroma de ella en algunos silencios demasiado largos; habernos quedado cada uno descansando en el otro un poco más que de costumbre. Ver sus ojos y bajar la mirada, pero al mismo tiempo encarcelar su mano. Y entonces, de pronto, como la prolongación de una caricia, cada uno avanzó un poco más hacia el otro, sólo un poco más. Creo que algo de las nubes que veíamos en ese lugar bajaron pegadas a mis pies ese día :-)

E