Hogar dulce hogar

Es triste estar lejos de la gente que uno quiere. Extraño mucho mi espacio desordenado, mi Flor mordiéndome para que la deje tranquila, mi cama pequeña, mi espejo, mi familia, mis amigos, mi preciado internet, mi ventana abierta, mi velador lleno de papeles, mis cálidas tardes, y sí, un poco de frío de vez en cuando también.
Hasta extraño conversar, reirme un rato, hacer locuras. Acá me siento tan señorita, tan adulta, tan seria, tan poco yo.
Dueña de una vida futura. Extraño hacer teatro, ensayar, enojarme, tener flojera, llegar tarde y servirme once, ver a mi mamá jugando en el computador, ver como mi papá duerme en su sillón o escuchar desde mi pieza como Gabriela pone la música fuerte y trabaja en sus proyectos. Asomar mi cabeza y ver como mi pequeña esta mirando por la ventana pidiendo con sus ojitos que la dejen salir. Recibir llamados en los horarios más convenientes, encerrarme en el baño, cantar fuerte, andar en pijama todo el día si se me da la gana, abrir el refrigerador y sacar algo para comer. Tomar la camioneta y llegar rápido a mi lugar de destino. Salir al patio y recorrerlo con flojera, buscar mi ropa en todos los clóset y cómodas, poner la mesa, cambiar el canal si es que me dan ganas de ver algo en la tele, jugar en la alfombra, desordenar los sillones, hacer el aseo los fines de semana, estar hartos minutos bajo la ducha, salir los fines de semana con mis amigas y llegar tarde. Tomarme un pisco sour y comer pizzas. Llamar a Stavros para que me cuente todo lo que hizo en el día. Hablar con Gonzalo para que se queje de todo lo malo que hay en la vida. Eduardo dándome lecciones. Natalia preguntándome cómo amanecí y quejándose de lo mucho que tiene que estudiar y trabajar, Teresa contándome de su última conquista y de lo nerviosa que está por el estreno. Torrales pidiéndome las competencias de la tesis y Percy las notas de los mechones. Mientras sueño con estar lejos y dormir. Sueño que he cumplido estos días pero pagando un alto precio. Mi vida.